martes, 21 de julio de 2009

Silencio

Siempre me parece que vuelvo aquí cuando necesito purgar... parece que las luces me cieguen y el tiempo se escurra entre mis dedos cuando quiero venir... y siempre acumulo las propuestas sobre la mesa, como pedazos de papel, buenas intenciones arrinconándose, cogiendo polvo, olvidándose en un rincón. Y me paseo por esta tierra viendo lo que debería ser y cuando por fin me armo de valor para sentarme a escribir, vuelve a desaparecer todo bajo un silencio denso de tiempo volando, de horas perdidas en la inmensidad, de proyectos que avanzan a paso de mastodonte, aplastando todo lo que queda por hacer y debería ser hecho. Pastando en las fértiles llanuras de mi imaginación, y dejándola arrasada, cansada, yerma.

Y me vuelvo a sentar frente al papel en blanco para purgar, pero la energía desvanecida no reaparece. Y me siento a llorar una sola lágrima. Una. Que recojo con sumo cuidado en mi tintero, esperando que haga fluir, aunque sea un poco, la tinta seca que espera en la oscuridad a ser convertida en palabras, nubes.

Así vuelvo, como una marea perdida, a estas costas. Cargado de intención. De necesidad. De deseo. Y abro un pedazo del corazón, vomitándolo sobre este papel de mentira en el que no se ve reflejo alguno. En el que no se mira más que al vacío. Y dejo caer cien palabras o más.

Retiro la silla y miro. Sin releer.

Y dejo caer la maza. Absolviéndome de este breve crimen que he cometido. Un nudo en la garganta que pasa a ser menos molestia.

Miro la lágrima en el tintero.

Lloro otra, esperando que tal vez dos, sean suficientes para redimir esta oscuridad. Este silencio.

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