Con mano firme.
Miró hacia el vacío que se abría a sus pies guardó silencio.
Un silencio denso. Largo.
Sólo se movía el aire que golpeaba las paredes, removía las pocas nubes, y le enredaba el pelo.
Se dejó caer, con los ojos abiertos. Fijados en el azul.
Se sumía cada vez más en la sombra.
Soltó la corona y cerró los ojos.
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